SOCIEDAD

Génesis de una Iglesia con misión
I de III Partes

Mario Alberto Cañas Juárez
En el año de 1871 se encarna en Co­malcalco la parábola, narrada por el maestro de Galilea, a decir de sus palabras “He aquí el sembrador sa­lió a sembrar” Mat. 13.3. La semilla del evangelio de Jesucristo, que es la Pode­rosa Palabra de Dios encuentra la tierra fértil donde habría de germinar para no volver a él vacía. Traída por un grupo de misioneros: José Milton Greene, Thomp­son Philips, William Wallace y Procopio Camilo Díaz.
Como nos revela el Señor, en su Pa­labra: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germi­nar y producir… así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la en­vié.” Isa. 55.10, 11: así, muchas personas y familias reciben el glorioso evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y son impelidos a compartir las buenas nuevas, porque la salvación había llegado a sus casas. ¡Comalcalco, la perla de la chontal­pa!, como dice el profeta “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” Isa. 9.2. El fruto del evangelio de Jesús, pronto se ve reflejado en varias familias de la comuna entre ellas: familia Collado, familia Pérez Romero, familia Córtes, familia Fuentes Bosada, familia Arellano, familia Murillo De los Santos, familia Pérez Lara, familia Lázaro Palma, y la familia del hermano Higinio Córdova; comienzan a leer las Escrituras, en el hogar del Hno. Santiago Lázaro. Estos, alquilando un solar en la calle de en medio (hoy calle Juárez, don­de actualmente se encuentra la zapatería México), hicieron una rústica capillita de guano, pues la diseminación del evan­gelio añadía cada día a la iglesia los que habrían de ser salvos. Sin embargo en un arrebato de ira por aquellos que nuestro adversario, el diablo, utiliza para tratar de frenar el extendimiento del Reino de Dios sobre la tierra, prendieron fuego a la capilla, en donde con saña y burla vieron arder el inmueble, junto con todos sus enseres: bancas, sillas, púlpíto y organo.
Esto no mermó un ápice la fe de nues­tros padres espirituales, antes al contra­rio, las mismas palabras que el Espíritu Santo inspirará a Pablo, resonaron como un eco en sus corazones “Pero de ningu­na cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mi mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que re­cibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” Hec. 20.24. En 1882, el Hno. Higinio Córdova invita al emigrado alemán Don Agustin Lützow, por ser una persona conocedo­ra de las Escrituras y muy culta, a ser el expositor de la Palabra de Dios. Este va­rón, tenía un a casa muy grande en su finca Esquipulas (a un costado de donde se encuentra nuestra máxima casa de estudios, el I.T.S.C.). Es allí, en esta finca, por el espacio y por ser un punto más cercano a otras comunidades cristianas como Paraíso, Puerto Ceiba, Las Flores, Norte y Oriente en donde se establece la sinagoga (lugar de reunión del pueblo de Dios) “Todos los que habían creído esta­ban juntos, y tenían en común todas las cosas” Hec. 2.44.
Para el año de 1884 se establecen en Comalcalco; el Reverendo Eligio N. Gra­nados y su esposa María A. Murillo, el Reverendo Salomón R. Díaz y su esposa Adela Magaña y el Profesor Pompeyo Morales, quienes se maravillaron de ver el crecimiento del evangelio y organizan el 21 de Julio de 1884 la Iglesia nacional Presbiteriana “El Divino salvador”. Un año más tarde, a principios de 1885, el coronel Gregorio Méndez Magaña, sim­patizante con el protestantismo evangé­lico; asiste ante las autoridades de la igle­sia presbiteriana en la ciudad de México (establecida desde 1872) y solicita que se envíe a pastores y colportores para evan­gelizar Tabasco; dona además un solar de 8 m. x 30 m. al lado de su tienda, entre las calles Juárez y Lerdo (lugar donde se encuentra erigido actualmente nuestro templo “El Divino salvador”).
En ese mismo año la oposición a la diseminación del evangelio se intensifica con persecuciones, amenazas y hasta la misma muerte de cristianos por profesar la religión evangélica presbiteriana; hom­bres y mujeres; cuya sangre fue derra­mada y sumada a la de todos los santos que han sufrido el martirio por profesar a Jesús, con la convicción en sus vidas de aquellas gloriosas palabras de nuestro Señor Jesucristo, para su iglesia que su­fre la prueba: “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tu eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagogas de Satanás. No temas en nada, lo que vas a padecer. He aquí el diablo echará a al­gunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” Apo. 2.9,10 y “…no temáis a los que matan el cuer­po; mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” Mat. 10.28. (Continuará)