
ENTREVISTA
Charla con el
Charla con el
Cronista de la Ciudad:
Crisis de identidad
Crisis de identidad
comalcalquense
ante modernidad
“Frente al ocaso de mi vida, quisiera extasiar la mirada ante los resplandores de un sol de primavera”. Manuel Burelo Domínguez
Rocío Jiménez Pérez
Hombre cabal, sencillo, ecuánime, poeta, amante de la belleza y las palabras pero sobre todo de la historia, la mejor de todas: la que no se ha leído o escuchado sino la que se ha vivido, y por lo mismo se puede traer al presente con la certeza que los años autorizan. Todo un personaje de Comalcalco, pues su pluma ágil, certera y estudiada que la disciplina le ha concedido, lo ha nombrado cómplice del tiempo.
Nacido en la Perla de la Chontalpa el 20 de mayo de 1924 y Cronista de la ciudad desde 1997, Don Manuel nos invita a darle una ojeada al pasado para conocer personajes, calles, establecimientos, tradiciones y hechos que marcaron al pueblo de Comalcalco en una época de cambios, avances y expansión. Y al registrar los acontecimientos más destacados con ese estilo tan personal, sus libros no son sólo de consulta y estudio sino también de placer para el lector, ya que sus anécdotas y paisajes son relatadas de una manera amena, con un lenguaje que describe a los comalcalquenses del ayer “era necesario escribir la historia del pueblo que me vio nacer. Ella me dio la ocasión para volver mis ojos con amor al pasado y exhumar del olvido toda una etapa de la vida de mi pueblo”.
Burelo Domínguez ha publicado Comalcalco del ayer (primera edición: octubre de 1997; segunda edición corregida y aumentada: octubre de 2004) y Comalcalco en mi recuerdo, editado en 2005. Además de que en su casa, ubicada en el centro de la ciudad, justamente en su pequeño pero a la vez completo espacio de estudio, rodeado de libros y escritos, siempre está leyendo, buscando, investigando o escribiendo. Así, mientras cierra los ojos, abre el corazón y por sus palabras se asoma la nostalgia:
—Don Manuel, ¿sobre qué habla su libro Comalcalco en mi recuerdo?
—Precisamente sobre la ciudad, personajes, hechos, el origen e historia de la calle de enmedio, ahora Juárez, que antes era la única calle y estaba más o menos al centro de Comalcalco, y así la conocimos nosotros hasta mediados del siglo pasado y por ejemplo decíamos: “¿Dónde nos vemos?”. “En la calle de enmedio”. “¿Por donde más o menos?”. “Por las cuatro esquinas”…
“Porque hasta eso, habían lugares señalados. Las cuatro esquinas es ahora la (farmacia) Lourdes, por “Telas Mexicana” y eran el centro comercial. Luego vino la urbanización y se poblaron las calles de Zaragoza, Morelos, Lerdo y Aldama; y el pueblo las llamó las calles de atrás”, explica el Cronista con melancolía, como regresando el tiempo, mientras continúa: “Después de 1827 que se funda el pueblo de San Isidro, en la hoy calle Juárez todas las casas eran de construcción rústica, de horcones, techo de palma, piso de tierra y algunas tenían puertas y otras no porque no habían rateros ni secuestradores”, señala y agrega con cierto enojo: “no que ahora con tanto robo y delincuentes le pongo siete candados a mi puerta en la noche y aparte una cerradura de combinación”.
Recobrando el ayer, Don Manuel agrega: “Doña Bernarda Cortés construyó la primera casa de mampostería en la calle de enmedio, viendo esto Don Gregorio Méndez, que se vino de Jalpa a vivir aquí, también construyó una que estaba donde tiene su consultorio el dentista Santiago de la Fuente, pero como su terreno era grande le quedó un baldío contiguo a él y se lo regaló a los protestantes, y es donde se construyó el templo El Divino Salvador”.
—Aparte de la calle de enmedio, ¿qué más podemos imaginar al leer sus libros?
—En este libro también habla sobre los primeros comerciantes y tiendas, hoteles, restaurantes, la relación de los mercados públicos que ha tenido Comalcalco desde 1893. Personajes diversos como por ejemplo ahorita recuerdo a Don Antonio Pulido Peralta que se vestía de blanco y le decían “El caballero de blanco” —comenta divertido Don Manuel y prosigue: “También realizo una apología al Profesor Rosendo Taracena Padrón, un reconocimiento a la poetisa Teresa Vera Domínguez, nativa de San Isidro de Comalcalco y quien nació el 14 de abril de 1834, pero se suicidó en 1859 a los 25 años, por un amor mal correspondido. Una reseña de la primera feria del municipio en 1929; una leyenda de recuerdos; el adiós a las serenatas, las cuales ya no he visto que los jóvenes le lleven a las novias; varios textos de reflexión y a la vez poéticos”.
—¿Cómo es que se perdieron todas estas tradiciones y costumbres?
—El campesino tabasqueño cambió sus hábitos con la llegada de esa sociedad flotante que nos asfixia en Comalcalco, la de los “petroléperos”, así eran conocidos los petroleros que comenzaron a invadir a partir de los sesentas, justo cuando hizo su arribo a esta ciudad la empresa de Petróleos Mexicanos, y al iniciar sus actividades de exploración, la maquinaria pesada que utilizaba despedazó las vías de comunicación con que contaba Comalcalco a partir de 1950 y sólo se recuperó una parte cuando llegó la etapa de producción, ya que construyó algunos caminos; por supuesto sólo los que tenían acceso a sus instalaciones.
“Y es a partir de entonces que se conjuntaron dos crisis para Comalcalco: la primera, que afecta de forma irreversible la ecología del medio ambiente, lo que ha ocasionado la merma en un gran porcentaje de los productos agrícolas, y de manera preferencial la producción de cacao; la segunda es que para la realización de sus actividades en una gran mayoría utilizó personal sindicalizado movilizado de diversas partes de la república. Nuestro pueblo les dio hospitalidad pero ellos no supieron corresponder a esa hospitalidad y sentó sus reales imponiendo con una gran penetración cambios crueles a nuestras costumbres, raíces y tradiciones. Por ejemplo. Se cambio el uso del sombrero por la gorra, especialmente en el medio rural; se suprimió el consumo de pozol, el machete ya no se usaba envainado, tampoco se usa el morral (lo cambiaron por una bolsa de broche), pero lo que derramó el vaso fue ese cambio tan vertiginoso en el desarrollo de esa tradición tan innata que representa nuestra fiesta de Mayo y sus enramas, que a partir de los años ochenta perdió en su totalidad su fervor religioso para convertirse en una ceremonia con degradación”, censura con fuerza Burelo Domínguez.
—¿Qué podrían hacer los comalcalquenses para que las nuevas generaciones conserven sus raíces?
—Yo quisiera pedirles a mis coterráneos un cambio de actitud, que tratemos de rescatar ese patrimonio tan nuestro, como es la fiesta de Mayo y sus tradicionales enramas. Los campesinos acostumbraban para la siembra de sus milpas y frijolares el convite. Esto consistía en hacer una invitación a todos los vecinos así como a familiares y compadres para el día de la siembra. El anfitrión preparaba pozol y dulce, sin faltar el “zorro cola pelada”, y como despedida se servía un suculento almuerzo de puchero de carne de res, o bien un buen mondongo. Cuando la milpa llegaba a la etapa de la dobla se hacía lo mismo y se le regalaba a cada uno de los invitados un costal de maíz de dobla, y para la pizca también se les regalaba un costal de maíz llamado molcate, en la misma forma que se hacía con la milpa se hacia con los frijoles. ¡Que tradiciones aquellas!
“Frente al ocaso de mi vida, quisiera extasiar la mirada ante los resplandores de un sol de primavera”. Manuel Burelo Domínguez
Rocío Jiménez Pérez
Hombre cabal, sencillo, ecuánime, poeta, amante de la belleza y las palabras pero sobre todo de la historia, la mejor de todas: la que no se ha leído o escuchado sino la que se ha vivido, y por lo mismo se puede traer al presente con la certeza que los años autorizan. Todo un personaje de Comalcalco, pues su pluma ágil, certera y estudiada que la disciplina le ha concedido, lo ha nombrado cómplice del tiempo.
Nacido en la Perla de la Chontalpa el 20 de mayo de 1924 y Cronista de la ciudad desde 1997, Don Manuel nos invita a darle una ojeada al pasado para conocer personajes, calles, establecimientos, tradiciones y hechos que marcaron al pueblo de Comalcalco en una época de cambios, avances y expansión. Y al registrar los acontecimientos más destacados con ese estilo tan personal, sus libros no son sólo de consulta y estudio sino también de placer para el lector, ya que sus anécdotas y paisajes son relatadas de una manera amena, con un lenguaje que describe a los comalcalquenses del ayer “era necesario escribir la historia del pueblo que me vio nacer. Ella me dio la ocasión para volver mis ojos con amor al pasado y exhumar del olvido toda una etapa de la vida de mi pueblo”.
Burelo Domínguez ha publicado Comalcalco del ayer (primera edición: octubre de 1997; segunda edición corregida y aumentada: octubre de 2004) y Comalcalco en mi recuerdo, editado en 2005. Además de que en su casa, ubicada en el centro de la ciudad, justamente en su pequeño pero a la vez completo espacio de estudio, rodeado de libros y escritos, siempre está leyendo, buscando, investigando o escribiendo. Así, mientras cierra los ojos, abre el corazón y por sus palabras se asoma la nostalgia:
—Don Manuel, ¿sobre qué habla su libro Comalcalco en mi recuerdo?
—Precisamente sobre la ciudad, personajes, hechos, el origen e historia de la calle de enmedio, ahora Juárez, que antes era la única calle y estaba más o menos al centro de Comalcalco, y así la conocimos nosotros hasta mediados del siglo pasado y por ejemplo decíamos: “¿Dónde nos vemos?”. “En la calle de enmedio”. “¿Por donde más o menos?”. “Por las cuatro esquinas”…
“Porque hasta eso, habían lugares señalados. Las cuatro esquinas es ahora la (farmacia) Lourdes, por “Telas Mexicana” y eran el centro comercial. Luego vino la urbanización y se poblaron las calles de Zaragoza, Morelos, Lerdo y Aldama; y el pueblo las llamó las calles de atrás”, explica el Cronista con melancolía, como regresando el tiempo, mientras continúa: “Después de 1827 que se funda el pueblo de San Isidro, en la hoy calle Juárez todas las casas eran de construcción rústica, de horcones, techo de palma, piso de tierra y algunas tenían puertas y otras no porque no habían rateros ni secuestradores”, señala y agrega con cierto enojo: “no que ahora con tanto robo y delincuentes le pongo siete candados a mi puerta en la noche y aparte una cerradura de combinación”.
Recobrando el ayer, Don Manuel agrega: “Doña Bernarda Cortés construyó la primera casa de mampostería en la calle de enmedio, viendo esto Don Gregorio Méndez, que se vino de Jalpa a vivir aquí, también construyó una que estaba donde tiene su consultorio el dentista Santiago de la Fuente, pero como su terreno era grande le quedó un baldío contiguo a él y se lo regaló a los protestantes, y es donde se construyó el templo El Divino Salvador”.
—Aparte de la calle de enmedio, ¿qué más podemos imaginar al leer sus libros?
—En este libro también habla sobre los primeros comerciantes y tiendas, hoteles, restaurantes, la relación de los mercados públicos que ha tenido Comalcalco desde 1893. Personajes diversos como por ejemplo ahorita recuerdo a Don Antonio Pulido Peralta que se vestía de blanco y le decían “El caballero de blanco” —comenta divertido Don Manuel y prosigue: “También realizo una apología al Profesor Rosendo Taracena Padrón, un reconocimiento a la poetisa Teresa Vera Domínguez, nativa de San Isidro de Comalcalco y quien nació el 14 de abril de 1834, pero se suicidó en 1859 a los 25 años, por un amor mal correspondido. Una reseña de la primera feria del municipio en 1929; una leyenda de recuerdos; el adiós a las serenatas, las cuales ya no he visto que los jóvenes le lleven a las novias; varios textos de reflexión y a la vez poéticos”.
—¿Cómo es que se perdieron todas estas tradiciones y costumbres?
—El campesino tabasqueño cambió sus hábitos con la llegada de esa sociedad flotante que nos asfixia en Comalcalco, la de los “petroléperos”, así eran conocidos los petroleros que comenzaron a invadir a partir de los sesentas, justo cuando hizo su arribo a esta ciudad la empresa de Petróleos Mexicanos, y al iniciar sus actividades de exploración, la maquinaria pesada que utilizaba despedazó las vías de comunicación con que contaba Comalcalco a partir de 1950 y sólo se recuperó una parte cuando llegó la etapa de producción, ya que construyó algunos caminos; por supuesto sólo los que tenían acceso a sus instalaciones.

“Y es a partir de entonces que se conjuntaron dos crisis para Comalcalco: la primera, que afecta de forma irreversible la ecología del medio ambiente, lo que ha ocasionado la merma en un gran porcentaje de los productos agrícolas, y de manera preferencial la producción de cacao; la segunda es que para la realización de sus actividades en una gran mayoría utilizó personal sindicalizado movilizado de diversas partes de la república. Nuestro pueblo les dio hospitalidad pero ellos no supieron corresponder a esa hospitalidad y sentó sus reales imponiendo con una gran penetración cambios crueles a nuestras costumbres, raíces y tradiciones. Por ejemplo. Se cambio el uso del sombrero por la gorra, especialmente en el medio rural; se suprimió el consumo de pozol, el machete ya no se usaba envainado, tampoco se usa el morral (lo cambiaron por una bolsa de broche), pero lo que derramó el vaso fue ese cambio tan vertiginoso en el desarrollo de esa tradición tan innata que representa nuestra fiesta de Mayo y sus enramas, que a partir de los años ochenta perdió en su totalidad su fervor religioso para convertirse en una ceremonia con degradación”, censura con fuerza Burelo Domínguez.
—¿Qué podrían hacer los comalcalquenses para que las nuevas generaciones conserven sus raíces?
—Yo quisiera pedirles a mis coterráneos un cambio de actitud, que tratemos de rescatar ese patrimonio tan nuestro, como es la fiesta de Mayo y sus tradicionales enramas. Los campesinos acostumbraban para la siembra de sus milpas y frijolares el convite. Esto consistía en hacer una invitación a todos los vecinos así como a familiares y compadres para el día de la siembra. El anfitrión preparaba pozol y dulce, sin faltar el “zorro cola pelada”, y como despedida se servía un suculento almuerzo de puchero de carne de res, o bien un buen mondongo. Cuando la milpa llegaba a la etapa de la dobla se hacía lo mismo y se le regalaba a cada uno de los invitados un costal de maíz de dobla, y para la pizca también se les regalaba un costal de maíz llamado molcate, en la misma forma que se hacía con la milpa se hacia con los frijoles. ¡Que tradiciones aquellas!