SEMBLANZA

La Dinastía Santo,
herencia de una
vocación de servicio
Su amor por el Paraíso que los vio nacer es el vínculo que enlaza a tres generaciones de políticos empeñados en elevar el nivel educativo de sus coterráneos.

David Cortez Talamante
En la historia del desarrollo de los pueblos, la columna vertebral ha sido la formación integral del individuo. Y esta capacitación, traducida al plano intelectual, laboral y moral, proclama la autenticidad de la educación como herramienta indispensable para una vida mejor.
En la genealogía del pueblo paraiseño, ubicado a 90 kilómetros de la capital tabasqueña —que por su acelerado crecimiento, potencial turístico e infraestructura portuaria está llamado a ser el detonante económico de la región y de la entidad—, la enseñanza ha sido el eje rector de su existencia e identidad.
Cuna de próceres de la educación como Augusto Hernández Olivé y Santiago Wilson Pérez, José Guadalupe de la Fuente Rosado (también versificador y periodista); del escritor y poeta Ángel Suárez Rodríguez “La Pájara”, del célebre compositor ceibano Pablo Márquez, quien integró el trío “Puerto Ceiba” y creó las canciones “Puerto Ceiba” y “Rayito de Sol”, entre muchos más, Paraíso recoge en sus memorias a varios gobernantes que le apostaron a la educación como prioridad durante su período. Especialmente una triada de políticos con lazos sanguíneos directos y una herencia social afectiva que desencadenó en la ocupación de la silla edilicia de cada uno de ellos: Cenobio Santo Magaña (1959-1961), su hijo Juan Santo Romero (1983-1985) y su nieto Francisco Santo Magaña, actual Presidente Municipal desde 2007.

Un pueblo de a caballo
Con el genuino orgullo ser el eslabón medio del clan “Santo” (definido como vínculo de descendencia), don Juan Santo Romero se deleita en la remembranza del Paraíso que le tocó vivir y en el promisorio futuro que le aguarda a este pujante municipio: “Paraíso ha crecido muchísimo, cuando mi padre fue presidente municipal vivíamos en el rancho, allá en la finca La Reforma —rumbo a Comalcalco— y para venir al parque o dar la vuelta por el pueblo, utilizábamos el caballo.
“Eran tiempos muy bonitos cuando se nos marcó el espíritu de servir a la gente. En ese entonces, preocupado por el progreso del municipio, mi padre puso especial atención en la comunicación de las rancherías hacia la cabecera. Con su esfuerzo y apoyo de muchos paraiseños se empezó por mejorar los caminos y así detonó el progreso en esa época”.
Visiblemente emocionado “porque recordar es volver a vivir”, en la placidez de su hogar Don Juan evoca aquellos tiempos felices de sus años mozos, destacando con orgullo la administración ejercida por su progenitor, a quien le tocó gobernar su terruño a finales de los 50’s del siglo pasado. Cuenta que con la ampliación de la red caminera del municipio pronto se activaron los demás rubros que dieron pie a la naciente economía de la región. Así, recuerda, desde Quintín Aráuz, San Francisco, Madero y Moctezuma, hasta las comunidades más lejanas, tuvieron mejor comunicación con el centro, y todo fue creciendo.
Nadie mejor para plasmar una somera semblanza sobre Don Cenobio Santo Magaña, que su propio vástago: “Mi padre era un hombre de carácter afable y una rectitud a toda prueba, quería mucho a su pueblo, a su lugar; aquí se crió y con la preparación que tuvo, porque adquirió conocimientos —enfatiza—, los aplicó y le dieron excelentes resultados para el crecimiento del pueblo. Aún recuerdo cuando le aprendí aquel trato tan humano con la gente, el aprecio con que lo rodeaban porque sabían que siempre apoyaba al más necesitado.
“Desde luego —responde a pregunta expresa— eso me marcó y cuando me tocó hacer campaña para la Presidencia Municipal, me percaté inmediatamente que tuve la mejor herencia a la que un hombre pueda aspirar: el afecto hacia un hombre bueno que el pueblo reconoció siempre”. Posteriormente, Don Juan no tuvo contratiempos para llegar a la alcaldía paraiseña; esta vez la confianza depositada en lo genético le apostó a la trascendencia.

Recuerdos de campaña
Sin embargo, Juan Santo no se recargó en la popularidad y el trabajo realizado por su padre a favor de la comuna. Su juventud y dinamismo lo llevó a Ciudad Juárez, Chihuahua, donde se preparó profesionalmente —estudió la carrera de Transformación de Alimentos en la escuela de los Hermanos Escobar—. Precisamente de lo aprendido surgió luego “Productos Reforma”, empresa que le funcionó muy bien para criar a su familia. Antes, cruzó la frontera para hacerse de la tecnología necesaria para emprender su negocio:
“Hice unos productos de avecao, polvillo, pinole y chocolate, que tuvieron una gran demanda, luego germinó en mí la inquietud de una carrera política, sobre todo que mis propios compañeros y amigos me animaban, y al hacerlo en verdad no me costó ningún trabajo llegar a la Presidencia Municipal”.
“La campaña fue preciosa, en cada una de las comunidades nos recibían muy bien —exclama turbado por el vivo recuerdo—, donde nos parábamos la gente recordaba positivamente a Don Cenobio. Aunque eran otras circunstancias y otras necesidades, yo veía la emoción en la gente, sus ganas de progresar, y me uní al pueblo, a ese mi pueblo querido en verdad, porque cada uno que se acercaba era mi amigo y entonces llegó el progreso: aún se ve el reloj en el parque que remodelamos totalmente, y las carreteras hacia la playa, hacia las rancherías, hacia el Norte y Nicolás Bravo. En ese tiempo la actividad deportiva tuvo un gran repunte. Desprovistos de toda vanidad eso nos hace sentirnos bien, pues seguimos viviendo aquí desde aquellos años, disfrutando de la estima y del respeto de la gente, y es muy bonito vivir tranquilo en un pueblo donde todo mundo te procura bienestar”.

Los Santo somos así
Aunque el hecho de que la gente reconozca el trabajo de un funcionario no es patente de corzo para que su descendiente realice una exitosa carrera política, Francisco Santo Magaña, además de ser beneficiado con la herencia afectiva de su ascendencia, también ha sabido desarrollar una carrera política cercana a la gente desde los cargos ejercidos, incluyendo la diputación local.
Al hablar de su retoño, Don Juan Santo se congratula de atestiguar el aprecio que la gente le profesa al egresado de la carrera de Comunicación, lazo éste que mantiene vigente con el pueblo que le tocó gobernar en situación crítica: “A ‘Chico’ le tocó empezar a trabajar sin recursos y recibiendo deudas, pero con todo y ello ahí va, solucionando los problemas más urgentes; afortunadamente le tocó gobernar al lado de un gran hombre como el Químico Andrés Granier Melo, y así, codo con codo, se ha notado el progreso en el municipio”.
—¿Qué sintió usted cuando su hijo “Chico” fue elegido como candidato para la alcaldía que ya habían detentado su padre y usted? Digo, al hecho de consumarse la dinastía del abuelo, padre e hijo en el poder.
—Bueno, me llenó de orgullo, sentí que el pueblo estaba decidiendo realmente, que la gente no lo tomó por ese lado (de la dinastía o herencia del poder) sino que asumió que mi hijo estaba preparado para servir a la sociedad. Y él es atento, es afectivo, apoya de muchas maneras a la gente necesitada, y así sigue y seguirá hacia delante en su carrera.

La triada educativa
Cuando Don Cenobio Santo Magaña fue presidente municipal en el período 1959-1961, tuvo en claro que la educación era indispensable en el desarrollo comunitario y alentó la apertura de varias escuelas en territorio paraiseño, incluso apoyó incondicionalmente la construcción de la escuela secundaria.
Luego, al tomar la estafeta edilicia de manos del Profesor Alfredo Rodríguez Rocher, a Juan Santo Romero le tocó darle un fuerte impulso a la educación paraiseña mediante la consecución de la preparatoria: “A mí me tocó lograr la escuela ‘Augusto Hernández Olivé’, y no escatimamos apoyos para su construcción”.
En la actualidad, con el requerimiento de una preparación profesional en todos los ámbitos productivos, al municipio le fue imprescindible contar con un instituto de nivel superior. Así, como el compromiso asumido por sus ancestros, Francisco Santo Magaña enarboló la bandera de la juventud paraiseña que clamaba por quedarse a estudiar en su terruño. Luego de varias gestiones como diputado y alcalde, “Chico” Santo consolidó la Universidad Tecnológica del Golfo.
Este logro anterior, explica Don Juan Santo, ha sido una bendición para el municipio porque su juventud tiene la oportunidad de cursar una carrera y prepararse para destacar no solamente en la función pública sino en los diversos ambientes laborales. Sin duda esto hará que Paraíso siga creciendo en todos los aspectos.
Luego de una fructífera existencia que resume en el cariño que a diario recibe de sus coterráneos, del reconocimiento que cotidianamente le hacen en la deferencia, el saludo, y en la preocupación por su estado de salud, el rostro de Don Juanito se ilumina cuando se le inquiere sobre el sentimiento único de ser hijo y ahora padre de un alcalde: “Un auténtico orgullo, de la mano de ellos (Cenobio y Francisco) al igual de muchos políticos locales que han sido mis entrañables amigos, fui viendo el desarrollo de mi querido Paraíso, el progreso de nuestra gente, con las carreteras comenzaron a transitar los primeros vehículos, las camionetas, los camiones de pasaje a las rancherías significaron todo un acontecimiento, la forma de vida de nuestra gente dio un vuelco positivo”.

De cara al futuro
En toda esta vorágine que ha experimentado Paraíso, a Don Juan aún le alcanza la modestia para hablar sobre su “granito de arena” al frente de la comuna de 1983 a 1985: “Privilegiamos mucho la educación, la red carretera y el bienestar social, mudamos el mercadito de la calle Comonfort (que estaba donde ahora se ubica el Palacio de Los Deportes) y construimos el actual con la reticencia de algún sector de la sociedad, que se preguntaba quién iría a ese lugar tan lejano del corazón de la ciudad”. Hoy, ante el acelerado crecimiento poblacional, que incluso raya con Puerto Ceiba, este activo centro comercial y pulso de la economía local, quedó en la médula de la mancha urbana.
Con la llegada de la actividad petrolera al municipio y el arribo de trabajadores de la paraestatal Petróleos Mexicanos, la convivencia en el pueblo sufrió una alteración, pero Don Juan siempre antepuso la buena relación para bien de todos; hoy, la empresa nacional reconoce a Paraíso como uno de los lugares con mayor potencial tanto en la producción como en la transportación del hidrocarburo hacia otras partes del mundo a través del puerto Dos Bocas. Y el ufano ex presidente confía que con la consolidación del Puerto, éste se abra hacia el turismo de altura con los cruceros: “Me parece una idea magnífica que detonará el desarrollo de Tabasco, principalmente de nuestro pueblo, al igual que con la llegada del ferrocarril de Huimanguillo para acá, sin duda crecerá la economía estatal”.

Al César lo del César
Parte viva de la historia social y política de Paraíso, Don Juan Santo Romero, uno de los tres “Santos” que ha gobernado a su pueblo en tiempos recientes (en 1888-1889 otro Francisco Santo Magaña fue Jefe Político de la comuna) no tiene empacho en reconocer el trabajo de otros presidentes municipales, “gente muy positiva como Freddy Antonio Carrillo, quien tuvo muchos afectos y siempre puso lo mejor de sí en su encomienda; José Manuel Barjau Pérez, un hombre muy popular y muy buena persona, que trató bien al pueblo y además realizó un buen gobierno.
“Creo que alcaldes como Ciro Burelo Magaña, Hugo Alamilla, Pedro Domínguez Cupil, Luis Arturo de la Fuente, incluyendo a Jorge Andrés García y Sebastián Izquierdo, han tratado de llevar al pueblo hacia delante. Ahorita me entusiasma mucho la gestión que encabeza mi hijo, veo que está trabajando muy bien y esperamos que así siga porque hay futuro para Paraíso. Y no me apasiono porque sea mi hijo quien lleve las riendas de Paraíso, pero sí me ilusiona, me llena de amor el ver cómo está trabajando, y eso me lo hace ver la gente que se me acerca para agradecerme a mí el apoyo que él le brinda a la gente, porque sí les está cumpliendo”.

Un gran colofón de vida
Aunque Don Juan Santo asiste a eventos de relevancia en el municipio —a pesar de su delicado estado de salud— como miembro distinguido de la clase política, asegura que no ha tratado de influir en el mandato de su vástago: “Casi no tenemos tiempo para sentarnos a platicar, él anda en el cumplimiento de su gran responsabilidad, además sabe muy bien lo que debe hacer y conoce las necesidades de la gente, lo único que le digo es que Dios me lo bendiga y lo ayude, cuando puedo lo acompaño a algunas reuniones, eso me hace sentir muy bien, muy orgulloso de él y siempre, siempre, estaré con él. A mi edad me animan mucho los comentarios que me hace la gente, todos muy favorables, sin duda esto es un gran colofón en mi vida.
Y con ese agudo sentido del humor que siempre lo ha acompañado y ha sabido transmitir a su descendencia, don Juan Santo Romero termina una exquisita charla aderezada de sentimientos, recuerdos y actualidades, con una sugerencia a su hijo “Chico”, el actual alcalde y orgullo de su existencia: “que no se le olvide que estamos en el Paraíso, que aproveche que somos Santos y que siga haciendo los milagros que necesita nuestro pueblo para salir adelante”.