
OPINIÓN
Mouriño Terrazo y
Mouriño Terrazo y
Santiago Vasconcelos:
¿accidente o atentado?
Jorge Davish
Nadie en México se atreve siquiera a pensar, y mucho menos asegurar, que fue un atentado lo que precipitó el avión en que el que murieron el pasado martes 4 de noviembre el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, el ex titular de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos, y otras siete personas, pero de que tenemos nuestras dudas, las tenemos.
“No se han detectado indicios que permitan formular hipótesis diferentes a las de un accidente”, dijo el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, luego de reportar que el avión siniestrado volaba con total normalidad antes de desplomarse y que las condiciones de aeronavegación eran excelentes, pero entonces, ¿por qué se cayó?
Como ya todos lo sabemos, minutos antes de las 19 horas del martes 4 del presente, el avión en el que viajaban Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, asesor de seguridad del presidente Felipe Calderón, se precipitó sobre una transitada zona, a unos cinco kilómetros del aeropuerto internacional de la capital del país a donde se dirigía, procedente del estado de San Luis Potosí.
Además de los ocupantes del avión, que fallecieron al instante, murieron al menos cuatro personas más que circulaban por la zona a pie o en sus vehículos, y 40 fueron heridas. El lugar es de mucho tránsito vehicular y allí se concentran numerosos edificios de oficinas y viviendas.
Una cosa sí es cierta y todos la tenemos presente: no podemos asegurar todavía si fue un accidente o un atentado, “pero se entiende que por estrategia el gobierno presente como la única hipótesis al accidente”, dijo el politólogo Daniel Blanco, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Mouriño, de 37 años, era considerado el brazo derecho y uno de los mejores amigos del presidente Calderón. Además de operador político, era uno de los principales encargados de conducir las políticas de seguridad del país.
José Luis Santiago Vasconcelos ya había reconocido en varias ocasiones, al ser entrevistado, que lo habían amenazado de muerte muchas veces.
En su mensaje a la nación trasmitido por radio y televisión, el presidente Calderón muy conmovido lamentó la muerte de Mouriño, su amigo cercano. Y dijo muy claramente que su gobierno “realizará todas las investigaciones necesarias, a fin de averiguar a fondo las causas que originaron esta tragedia”.
La muerte del secretario de Gobernación “me causa un enorme pesar, pero al mismo tiempo es para mí un motivo poderoso para pelear sin descanso, y ahora más que nunca, por los ideales que compartimos”, según dijo, la lucha por “un México donde brillara la justicia, la democracia, la libertad, la seguridad y el respeto entre unos y otros”.
El llamado “lamentable accidente”, se dio en medio de la insoportable y creciente ola de violencia e inseguridad que generan en todo el territorio nacional los constantes enfrentamientos y actos de violencia de las bandas del crimen organizado.
Es importante tener en cuenta que durante este año, más de 4 mil 000 personas han sido asesinadas en hechos vinculados a las mafias, siete en un ataque con granadas cometido el 15 de septiembre en Morelia, hay cuatro personas detenidas por ese crimen y, según las autoridades, han reconocido que actuaron por órdenes de jefes de la droga.
Por todo lo anterior, resulta muy aventurado asegurar que el narcotráfico está detrás del desastre aéreo, pero esa posibilidad no puede descartarse tampoco, señaló Blanco.
En el avión también murieron otros siete funcionarios de gobierno, entre ellos Miguel Monterrubio, jefe de prensa de Gobernación y ex encargado de las relaciones entre la Presidencia y los corresponsales extranjeros acreditados en México.
El secretario de Comunicaciones, Luis Téllez, informó que peritos mexicanos, de Estados Unidos y Gran Bretaña investigarán el siniestro. Los resultados estarán disponibles en días o semanas, indicó.
En una conferencia con medios de comunicación, el secretario ofreció una larga explicación sobre la ruta y condiciones de vuelo de la aeronave Learjet 45 modelo 1998, en la que viajaban los funcionarios y que había partido sin problemas de la ciudad de San Luis Potosí, con destino a la capital.
En el trayecto, el piloto tuvo varias comunicaciones radiales con los controladores aéreos. La operación fue totalmente normal y el piloto jamás reportó algún problema, dijo Téllez.
Sin embargo, según Ángel Iturbe, portavoz de los controladores de tránsito aéreo de la capital, el piloto sí reportó una emergencia antes de estrellarse.
En los últimos días, entre políticos y observadores corría la versión de que Mouriño sería separado de su cargo a la brevedad, tras una ola de cuestionamientos que habían debilitado su imagen pública, incluyendo denuncias de corrupción y tráfico de influencias, formuladas por la oposición.
Como ya es también sabido, entre los años 2000 y 2004, mientras se desempeñaba como diputado, Mouriño suscribió siete contratos con Pemex como apoderado de empresas de su familia dedicadas al transporte y venta de combustibles.
La Procuraduría no encontró méritos para investigarlo. Una comisión legislativa, en la que la oposición se negó a participar, sostuvo en mayo que no había hallado indicios de delitos en la conducta de Mouriño y que las empresas de su familia, procedente de España, no habían recibido ningún trato privilegiado del gobierno federal.
Por otra parte, es de llamar la atención el despliegue de información por parte de Luis Téllez Kuenzler, secretario de Comunicaciones y Transportes, su actuar se interpreta como un fallido intento de ocultar algo, con supuestas pruebas basadas en tecnicismos y audios, pero todo ello con el firme propósito de que la verdad salga a la luz, que lo ocurrido “sólo fue un accidente”. Es menester recordar entonces, que las investigaciones deben hacerse con sigilo y a fondo para evitar caer, en lo que hoy es más que notorio: las contradicciones.
La versión ofrecida desde el principio por el titular de la SCT y el propio Agustín Arellano, director de Servicios en el Espacio Aéreo respecto de que el Learjet no registró ningún problema previo al desplome; la trayectoria de vuelo, altitud y mantenimiento, así como las inspecciones, estaban en orden; la aeronave no iba por arriba de la velocidad instruida y autorizada; se escuchó toda la grabación de la conversación entre el piloto y el controlador de vuelo completa y sin interrupción y no reflejaron ninguna alteración hasta el momento en que el silencio se adueñó del ambiente. Lo que ahora se piensa es que fue en ese momento cuando sobrevenía la caída de la nave.
Algo que llama la atención y continúa despertando suspicacias es que se cambien las declaraciones y que después de todo, ahora se diga que el piloto no cumplió con la orden de reducir su velocidad, lo cual se contradice con el hecho de que el controlador de vuelo no le llamase la atención por este desacato, sobre todo cuando se tienen en fila varias aeronaves a punto también de descender. También, ya hay versiones que responsabilizan al control aéreo del aeropuerto.
Lo anterior, porque de acuerdo con las grabaciones encontradas, todo parece indicar que el origen de la tragedia fue porque los controladores aéreos cometieron errores en la fase de aproximación, ya que el Learjet 45 estuvo a sólo una distancia de 3. 9 millas náuticas cuando un Boeing 767-300 de una línea aérea argentina comenzó sus maniobras de aterrizaje, lo que pudo haber generado condiciones de turbulencia para la aeronave oficial y provocar que ésta cayera en línea recta en menos de 20 segundos a una velocidad cercana a los 500 kilómetros por hora, como atestiguaron ante autoridades, civiles y militares que se encontraban en la zona.
Y para eliminar las hipótesis “negativas”, el delegado de la Procuraduría General de la República en el Distrito Federal, Ricardo Nájera descartó que antes de lo ocurrido, en el Learjet 45 hubiera explosivos o dinamita tipo ANFO C4. Habrá que esperar los resultados de los análisis a las cajas negra y naranja, memorias de ambos motores que fueron trasladados a Tucson, Arizona para que la compañía fabricante se encargue de obtener la información que ahí se contiene.
Sin embargo, existe una opinión contraria a las anteriores. El piloto, Emilio Hernández Galindo, primer oficial del vuelo Magnicharters 777 procedente de Cancún que se encontraba a 10 kilómetros atrás de dónde se ubicaba el Learjet 45, señaló que un avión que se desploma, como ocurrió con la aeronave de Gobernación, es porque explotó y ahonda al decir que pudo ser por una explosión en cabina.
A mayor abundamiento, José Luis Santiago Vasconcelos, tras los atentados de que fue objeto al inicio de este año, a manos de sicarios del Cártel del Golfo, sabía que su vida estaba en peligro, por ello su notorio equipo de seguridad, conformado por algunos elementos del Ejército e incluso el traslado de su familia al extranjero.
Sin duda este “accidente” fue un duro golpe —muy poco casual— hacia el propio presidente Felipe Calderón.
Por todo lo anterior, se puede afirmar que la consigna es transparentar las investigaciones para no despertar suspicacias, pero la supuesta transparencia y los errores en las declaraciones cometidas no han hecho más que despejar las dudas sobre la causa real del desplome: No fue un accidente.
Y saltan las preguntas: Si el equipo no falló, los procedimientos tampoco, y la aeronave era nueva y no hubo explosivos o rastro de haber sido atacada con un lanzamisiles; entonces ¿qué pasó? Y ¿qué significaría para la vida institucional y política que se conociera realmente la verdad? Sin duda habría un estrepitoso derrumbe y probablemente todo sería un caos… pero se cerraría el círculo de crímenes y mentiras que nos han querido hacer creer; pero lo más importante, es que el gobierno federal y su partido saldrían ganando, porque habrían recuperado la credibilidad que hasta hoy han perdido ante la sociedad.
¿accidente o atentado?
Jorge Davish
Nadie en México se atreve siquiera a pensar, y mucho menos asegurar, que fue un atentado lo que precipitó el avión en que el que murieron el pasado martes 4 de noviembre el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, el ex titular de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos, y otras siete personas, pero de que tenemos nuestras dudas, las tenemos.
“No se han detectado indicios que permitan formular hipótesis diferentes a las de un accidente”, dijo el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, luego de reportar que el avión siniestrado volaba con total normalidad antes de desplomarse y que las condiciones de aeronavegación eran excelentes, pero entonces, ¿por qué se cayó?
Como ya todos lo sabemos, minutos antes de las 19 horas del martes 4 del presente, el avión en el que viajaban Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, asesor de seguridad del presidente Felipe Calderón, se precipitó sobre una transitada zona, a unos cinco kilómetros del aeropuerto internacional de la capital del país a donde se dirigía, procedente del estado de San Luis Potosí.
Además de los ocupantes del avión, que fallecieron al instante, murieron al menos cuatro personas más que circulaban por la zona a pie o en sus vehículos, y 40 fueron heridas. El lugar es de mucho tránsito vehicular y allí se concentran numerosos edificios de oficinas y viviendas.
Una cosa sí es cierta y todos la tenemos presente: no podemos asegurar todavía si fue un accidente o un atentado, “pero se entiende que por estrategia el gobierno presente como la única hipótesis al accidente”, dijo el politólogo Daniel Blanco, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Mouriño, de 37 años, era considerado el brazo derecho y uno de los mejores amigos del presidente Calderón. Además de operador político, era uno de los principales encargados de conducir las políticas de seguridad del país.
José Luis Santiago Vasconcelos ya había reconocido en varias ocasiones, al ser entrevistado, que lo habían amenazado de muerte muchas veces.
En su mensaje a la nación trasmitido por radio y televisión, el presidente Calderón muy conmovido lamentó la muerte de Mouriño, su amigo cercano. Y dijo muy claramente que su gobierno “realizará todas las investigaciones necesarias, a fin de averiguar a fondo las causas que originaron esta tragedia”.
La muerte del secretario de Gobernación “me causa un enorme pesar, pero al mismo tiempo es para mí un motivo poderoso para pelear sin descanso, y ahora más que nunca, por los ideales que compartimos”, según dijo, la lucha por “un México donde brillara la justicia, la democracia, la libertad, la seguridad y el respeto entre unos y otros”.
El llamado “lamentable accidente”, se dio en medio de la insoportable y creciente ola de violencia e inseguridad que generan en todo el territorio nacional los constantes enfrentamientos y actos de violencia de las bandas del crimen organizado.
Es importante tener en cuenta que durante este año, más de 4 mil 000 personas han sido asesinadas en hechos vinculados a las mafias, siete en un ataque con granadas cometido el 15 de septiembre en Morelia, hay cuatro personas detenidas por ese crimen y, según las autoridades, han reconocido que actuaron por órdenes de jefes de la droga.
Por todo lo anterior, resulta muy aventurado asegurar que el narcotráfico está detrás del desastre aéreo, pero esa posibilidad no puede descartarse tampoco, señaló Blanco.
En el avión también murieron otros siete funcionarios de gobierno, entre ellos Miguel Monterrubio, jefe de prensa de Gobernación y ex encargado de las relaciones entre la Presidencia y los corresponsales extranjeros acreditados en México.
El secretario de Comunicaciones, Luis Téllez, informó que peritos mexicanos, de Estados Unidos y Gran Bretaña investigarán el siniestro. Los resultados estarán disponibles en días o semanas, indicó.
En una conferencia con medios de comunicación, el secretario ofreció una larga explicación sobre la ruta y condiciones de vuelo de la aeronave Learjet 45 modelo 1998, en la que viajaban los funcionarios y que había partido sin problemas de la ciudad de San Luis Potosí, con destino a la capital.

Sin embargo, según Ángel Iturbe, portavoz de los controladores de tránsito aéreo de la capital, el piloto sí reportó una emergencia antes de estrellarse.
En los últimos días, entre políticos y observadores corría la versión de que Mouriño sería separado de su cargo a la brevedad, tras una ola de cuestionamientos que habían debilitado su imagen pública, incluyendo denuncias de corrupción y tráfico de influencias, formuladas por la oposición.
Como ya es también sabido, entre los años 2000 y 2004, mientras se desempeñaba como diputado, Mouriño suscribió siete contratos con Pemex como apoderado de empresas de su familia dedicadas al transporte y venta de combustibles.
La Procuraduría no encontró méritos para investigarlo. Una comisión legislativa, en la que la oposición se negó a participar, sostuvo en mayo que no había hallado indicios de delitos en la conducta de Mouriño y que las empresas de su familia, procedente de España, no habían recibido ningún trato privilegiado del gobierno federal.
Por otra parte, es de llamar la atención el despliegue de información por parte de Luis Téllez Kuenzler, secretario de Comunicaciones y Transportes, su actuar se interpreta como un fallido intento de ocultar algo, con supuestas pruebas basadas en tecnicismos y audios, pero todo ello con el firme propósito de que la verdad salga a la luz, que lo ocurrido “sólo fue un accidente”. Es menester recordar entonces, que las investigaciones deben hacerse con sigilo y a fondo para evitar caer, en lo que hoy es más que notorio: las contradicciones.
La versión ofrecida desde el principio por el titular de la SCT y el propio Agustín Arellano, director de Servicios en el Espacio Aéreo respecto de que el Learjet no registró ningún problema previo al desplome; la trayectoria de vuelo, altitud y mantenimiento, así como las inspecciones, estaban en orden; la aeronave no iba por arriba de la velocidad instruida y autorizada; se escuchó toda la grabación de la conversación entre el piloto y el controlador de vuelo completa y sin interrupción y no reflejaron ninguna alteración hasta el momento en que el silencio se adueñó del ambiente. Lo que ahora se piensa es que fue en ese momento cuando sobrevenía la caída de la nave.
Algo que llama la atención y continúa despertando suspicacias es que se cambien las declaraciones y que después de todo, ahora se diga que el piloto no cumplió con la orden de reducir su velocidad, lo cual se contradice con el hecho de que el controlador de vuelo no le llamase la atención por este desacato, sobre todo cuando se tienen en fila varias aeronaves a punto también de descender. También, ya hay versiones que responsabilizan al control aéreo del aeropuerto.
Lo anterior, porque de acuerdo con las grabaciones encontradas, todo parece indicar que el origen de la tragedia fue porque los controladores aéreos cometieron errores en la fase de aproximación, ya que el Learjet 45 estuvo a sólo una distancia de 3. 9 millas náuticas cuando un Boeing 767-300 de una línea aérea argentina comenzó sus maniobras de aterrizaje, lo que pudo haber generado condiciones de turbulencia para la aeronave oficial y provocar que ésta cayera en línea recta en menos de 20 segundos a una velocidad cercana a los 500 kilómetros por hora, como atestiguaron ante autoridades, civiles y militares que se encontraban en la zona.
Y para eliminar las hipótesis “negativas”, el delegado de la Procuraduría General de la República en el Distrito Federal, Ricardo Nájera descartó que antes de lo ocurrido, en el Learjet 45 hubiera explosivos o dinamita tipo ANFO C4. Habrá que esperar los resultados de los análisis a las cajas negra y naranja, memorias de ambos motores que fueron trasladados a Tucson, Arizona para que la compañía fabricante se encargue de obtener la información que ahí se contiene.
Sin embargo, existe una opinión contraria a las anteriores. El piloto, Emilio Hernández Galindo, primer oficial del vuelo Magnicharters 777 procedente de Cancún que se encontraba a 10 kilómetros atrás de dónde se ubicaba el Learjet 45, señaló que un avión que se desploma, como ocurrió con la aeronave de Gobernación, es porque explotó y ahonda al decir que pudo ser por una explosión en cabina.

A mayor abundamiento, José Luis Santiago Vasconcelos, tras los atentados de que fue objeto al inicio de este año, a manos de sicarios del Cártel del Golfo, sabía que su vida estaba en peligro, por ello su notorio equipo de seguridad, conformado por algunos elementos del Ejército e incluso el traslado de su familia al extranjero.
Sin duda este “accidente” fue un duro golpe —muy poco casual— hacia el propio presidente Felipe Calderón.
Por todo lo anterior, se puede afirmar que la consigna es transparentar las investigaciones para no despertar suspicacias, pero la supuesta transparencia y los errores en las declaraciones cometidas no han hecho más que despejar las dudas sobre la causa real del desplome: No fue un accidente.
Y saltan las preguntas: Si el equipo no falló, los procedimientos tampoco, y la aeronave era nueva y no hubo explosivos o rastro de haber sido atacada con un lanzamisiles; entonces ¿qué pasó? Y ¿qué significaría para la vida institucional y política que se conociera realmente la verdad? Sin duda habría un estrepitoso derrumbe y probablemente todo sería un caos… pero se cerraría el círculo de crímenes y mentiras que nos han querido hacer creer; pero lo más importante, es que el gobierno federal y su partido saldrían ganando, porque habrían recuperado la credibilidad que hasta hoy han perdido ante la sociedad.